domingo, 13 de mayo de 2012

LA NIÑA DE MIS SUEÑOS

La niña se recuerda por primera vez aferrada a los barrotes de una ventana, contemplando la calle a la hora de la merienda.  

Desde que se recuerda, sabe que era alegre y curiosa. Los juegos daban fuelle a sus horas. Y las horas guardaban un tesoro de risas y travesuras.

El día en que todo se volvió silencio, no supo qué pensar.

 Estaba oscuro. Como si la luz hubiera sido eclipsada por el más bruno de los colores.

Le llevó algún tiempo darse cuenta de que vivía en el cuerpo de una mujer. Que la mujer la relegaba y, con silencio,  tejía su olvido.

 Eso fue antes de que decidiese mirar hacia adentro y reconociese a la niña en su interior. Antes de que le preguntase con ojos curiosos quién era ella y ella le respondiese, “soy tú”, y a continuación, casi sin tomar aire, murmurase "¿por qué me abandonas?", y la otra no supiese qué decir.

Más de treinta años juntas sin saberlo. Y cuando la vio, se abrazó al cuerpecillo de terciopelo con  la devoción de quién estrecha tiernamente, su esencia más recóndita.  La niña revivió y la mujer pudo ser quién era. Como si todo hubiera sido un cuento. O tal vez un sueño. Y la niña continuase aferrada a los barrotes de la ventana, esperando a que su madre preparase la merienda para salir a jugar.

Tiempo atrás, la mujer buscaba respuestas que se le escurrían cual pececillos. 

Un buen día se cansó de que el dolor  y la espera le saliesen al paso. Dejó caer su equipaje y  se revolvió contra sí misma dibujando un ovillo para protegerse.  Ocurrió que sus ojos quedaron atrapados en un laberinto de carne y emociones extrañas. Quedaron mirando hacia dentro, como si ya no supiesen a dónde mirar.

Allí la encontró. La niña de sus sueños.  

El sol rubicundo y la magia de la tarde, los murmullos caliginosos del parque a la hora de la merienda, los juegos, la curiosidad y su alegría incontenible. Como en volandas de una brisa interior, dulzona y dadivosa, todo regresó.

© Foto, texto y diseño Isabel Ripoll Espinosa

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