LA NIÑA DE MIS SUEÑOS
La niña se recuerda por primera
vez aferrada a los barrotes de una ventana, contemplando la calle a la hora de
la merienda.
Desde que se recuerda, sabe que
era alegre y curiosa. Los juegos daban fuelle a sus horas. Y las horas
guardaban un tesoro de risas y travesuras.
El día en que todo se volvió
silencio, no supo qué pensar.
Estaba oscuro. Como si la luz hubiera sido
eclipsada por el más bruno de los colores.
Le llevó algún tiempo darse cuenta de que vivía en el cuerpo de una mujer. Que la mujer la relegaba y, con silencio, tejía su olvido.
Eso fue antes de que decidiese mirar hacia
adentro y reconociese a la niña en su interior. Antes de que le preguntase con
ojos curiosos quién era ella y ella le respondiese, “soy tú”, y a continuación,
casi sin tomar aire, murmurase "¿por qué me abandonas?", y la otra no supiese qué
decir.
Más de treinta años juntas sin
saberlo. Y cuando la vio, se abrazó al cuerpecillo de terciopelo con la devoción de quién estrecha tiernamente, su esencia más recóndita. La niña revivió y la mujer pudo ser quién era.
Como si todo hubiera sido un cuento. O tal vez un sueño. Y la niña continuase
aferrada a los barrotes de la ventana, esperando a que su madre preparase la
merienda para salir a jugar.
Tiempo atrás, la mujer buscaba respuestas
que se le escurrían cual pececillos.
Un buen día se cansó de que el
dolor y la espera le saliesen al paso. Dejó
caer su equipaje y se revolvió contra sí
misma dibujando un ovillo para protegerse.
Ocurrió que sus ojos quedaron atrapados en un laberinto de carne y
emociones extrañas. Quedaron mirando hacia dentro, como si ya no supiesen a
dónde mirar.
Allí la encontró. La niña de sus
sueños.
El sol rubicundo y la magia de la
tarde, los murmullos caliginosos del parque a la hora de la merienda, los
juegos, la curiosidad y su alegría incontenible. Como en volandas de una brisa interior,
dulzona y dadivosa, todo regresó.
©
Foto, texto y diseño Isabel Ripoll Espinosa
No hay comentarios:
Publicar un comentario