jueves, 17 de mayo de 2012

GAEL Y SUS MÁSCARAS




Venecia, una ciudad surcada por ciento setenta y siete ríos y canales que podrían ser las venas de tu sangre.

La recuerdo como si contemplase un óleo de pigmentos sutiles.

 Aún me veo en el puente Rialto, con mi fiel enamorado, vislumbrando el horizonte de cemento, agua y bruma. Contra el cielo algodonoso más aterrador y bello que uno pueda imaginar.

Por entonces eras un recuerdo. Aunque, de cuando en cuando, la herida escocía.

Hoy deseo hacer honor a ese tacto tan tuyo para abordar las cosas.  

Voy a llamarte Gael.

Porque hoy toca soltar lastre. Romper el hilo tenue que une mis preguntas sin respuesta a tu persona. Para que hallar una máscara veneciana en mi cómoda, no conduzca inopinadamente hacia tí.

Ese ser agazapado entre máscaras, invitándo siempre a buscar su tesoro. Será porque no lo encontré, por lo que seguía buscando. Terca curiosidad.

¿Recuerdas la máscara del hombre enamorado?. ¿la del amigo fiel?. ¿Y la de víctima ?. ¿O la sibilina del silencio?. Hoy todas las puse a buen recaudo.

Hoy solté lastre. Y vagan la deriva. Con tu verdad oculta, que ya no quiero saber.

¡Que otros descubran el tesoro escondido Gael!. ¡Fueron tantas las veces que creí haberlo encontrado para hallar tan solo una  máscara!.

Como si tu tesoro no fuera más que una sucesión de caretas sin solución de continuidad. O un triste empeño mío. “Puede que de tanto vestir máscaras”, me decía, “ya no conozca su esencia”.

Así es la vida. Lo que un día te importa, de pronto deja de importarte. Y como el agua de los canales, tus días discurren igualmente. Todo se mueve, créeme. Aunque a veces no lo parezca.

La máscara de mi cómoda está ahora en ese lugar donde van a parar las cosas que a uno le incomodan o ya no le sirven.

Ve con Dios, Gael. Conmigo no.

Yo amo Venecia. Y tú la gloria de los carnavales.

No puede ser.







© Texto de Isabel Ripoll Espinosa





No hay comentarios:

Publicar un comentario