CINCUENTA SOMBRAS Y UN RESQUICIO DE LUZ
-Oh Dios mío, pero ¿qué es esto?-
se pregunta mi consciente -¿la historia de un pervertido sexual, obseso del
control?-
Mientras escucho el discurso
lógico, siento que una parte mi está disfrutando. Devora cada página con
azogues de sorpresa y emoción, buscando nuevas sensaciones en el grueso baúl de
legajos amarilleos que embute la cubierta. Aterrada, ceñuda, trémula y ardiente
frente al sexo procaz. Incapaz de ponerle nombre o de resumir en un único
adjetivo lo que acontece. No en vano resulta gozoso, extraño, arrebatador, sensual
y hasta espeluznante.
Bajo el umbral de mi conciencia,
el corazón y los instintos viven una dulce eclosión, como si Abril se repitiera
mil veces en un nanosegundo.
Toda yo quiere saber e imaginar.
Ser un trasunto de Anastasia. Transgredir los conocidos dominios del sexo
vainilla hacia ese cuarto oscuro de incertidumbres, donde los instrumentos de
dolor prometen placeres desconocidos, pero auguran serios daños. Y una vez en
el cuarto, quiero huir a toda prisa como ella, llevándome, claro está, algunas
cosas. La música de Thomas Tallis, las caricias del látigo antes de restallar,
los cascos del ipod, la venda que invita a sentirse, el tacto húmedo y blando
que embriaga los sentidos y esa parte enamorada, delicada, explosiva y
seductora de Grey.
El comportamiento errático y sombrío de Cristian logra turbarme. ¿Que bagaje oculta tras su extravagancia?. Es tierno y es frío. Es amo y sumiso. Es delicado, protector, tolerante e intolerante, delicioso e iracundo, ceñudo y angelical. Un amante preciso, avezado. Y tan ocurrente.
“…El
propósito fundamental de este contrato es permitir que la Sumisa explore su
sensualidad y sus límites de forma segura, con el debido respeto y miramiento
por sus necesidades, sus límites y su bienestar…”. Siento
mi boca transformada en esparto al ritmo de una lujuria que se anticipa inquietante.
Recuerdo como una lectura de mi adolescencia el devastador informe Hite. Sus revelaciones sobre la precariedad del placer femenino y los incipientes juegos que, la mala conciencia, mantenía furtivos.
Aunque mi generación no
constituyese el foco de aquellas entrevistas a más 3.000 mujeres anónimas y
valientes, ha sufrido lo suyo para conciliar una educación en la culpa con el
sexo a granel que barrió la década de los ochenta.
Y después de tanto encaje de bolillos, resulta
que en los preliminares del climaterio, comenzamos a intuir que el pecado es
una trampa para dummies y que la
imaginación sexual debería asumir el poder y entrar de lleno en nuestras relaciones.
Acabo de salir de esta historia
ebria de fantasía, con una sensación de transformación profunda, como si
hubiera sacudido y renovado mis sólidos cimientos de mujer. Acabo de conocer a
una persona con oscuridades como cualquier otra, pero que logra ser a un tiempo
caballero del amor y alquimista del
placer, a una mujer con mente de bambú que decide explorarle y explorarse.
Y todo ello a través de un lenguaje
sencillo, fotográfico y sensual. Un lenguaje que parece más un río de aguas
frescas y cristalinas, que ese abrupto lodazal en que a veces naufraga el
erotismo.
Gracias Erika Leonard por ofrecer
esa visión diferente al plasmar tus fantasías y las nuestras. Y, sobre todo, por
abrir un resquicio de luz en cada vida íntima con tus cincuenta sombras.